Cómo Islandia se convierte en el país más corresponsable
Hace dos décadas los padres islandeses, como los españoles, no tenían permiso por nacimiento o adopción de una criatura. Las madres, en cambio, tenían meses. Ya hacía tiempo que las mujeres se habían incorporado masivamente al mercado de trabajo, pero la Seguridad Social seguía manteniendo la vieja normativa. Parece que al ‘Legislador’ no se le había ocurrido que los hombres pudieran estar implicados en el cuidado de sus bebés.
Por otro lado, también hacía mucho tiempo que Islandia se batía contra las diferencias salariales entre hombres y mujeres y contra la segregación del mercado de trabajo. Pero tampoco nadie parecía apercibirse de ese pequeño detalle que las empresas sí tienen bien en cuenta a la hora de la contratación y/o de la promoción laboral: mientras que un padre se ausentaría dos días, una madre seguramente se ausentaría de su puesto de trabajo seis meses. Y, una vez establecidos los roles en la pareja con este comienzo tan desigual, probablemente sería la madre la que prolongaría su ausencia con vacaciones y excedencias hasta encontrar una plaza de educación infantil, lo que en Islandia es francamente difícil por debajo del año de edad de la criatura. Y también sería la madre la que se ocuparía de la logística familiar. El padre, en cambio, estaría exento de esas obligaciones y, por consiguiente, más disponible para la empresa.
En 1996, un grupo de personas pensaron: quizás si se concede un permiso a los hombres, ellos también puedan cuidar y disfruten de ello; quizás a las mujeres les guste dejar al bebé en manos de su padre para poder volver tranquilas a sus puestos de trabajo después de su permiso; quizás los/as jefes/as celebren que ellas puedan incorporarse antes y sin estrés; quizás sea conveniente para las criaturas facilitar la creación del vínculo afectivo con sus papás…