Por Antonio García
El gran debate sobre la igualdad se acerca. El movimiento feminista y, más recientemente el de hombres igualitarios, acumula años de experiencia en la promoción de cambios sociales que remuevan los pilares de la sociedad sexista que nos ha tocado vivir.
Cada vez somos más capaces de identificar con precisión los resortes del verdadero cambio. En el camino, muchas experiencias positivas y otras no tanto. Quizás un ejemplo de esto último han sido las tradicionales políticas de conciliación de la vida laboral y familiar. Impulsadas con ilusión, con la esperanza de que significaran un verdadero cambio en las posibilidades reales de las mujeres, las estadísticas de sus resultados en muy diversos países nos hablan, más bien, de lo contrario. Han servido para perpetuar las diferencias: finalmente, las mujeres son las que optan por estos recursos y las que ven mermado el desarrollo de su curriculum profesional.
Los hombres han seguido como siempre. Lo cierto es que el mensaje que recibían las parejas desde el propio estado ha ayudado a este inmovilismo. Podría resumirse en la siguiente idea: “El cuidado de la nueva criatura corresponde fundamentalmente a ella y para eso le ofrecemos diversos recursos. A él le corresponde ayudar y apoyar desde un segundo plano, manteniendo su papel de proveedor y protector de la familia.”
Pero el mensaje generador de cambio es, más bien el siguiente: “eres plenamente corresponsable del cuidado y atención a la criatura recién nacida y así lo reconoce tu comunidad mediante el Estado de Derecho”
Ahora ya lo sabemos; no es fácil remover las bases del patriarcado; éste se ha revelado como un enemigo con gran astucia y capacidad renovadora para evitar los cambios estructurales que necesita la construcción de una nueva sociedad igualitaria. En el ejemplo puesto, las opciones más reticentes a la verdadera igualdad, han aplaudido sin disimulos el desarrollo de acciones (¿positivas?) dirigidas a las mujeres en materia de conciliación.
Y, para colmo, un segundo efecto negativo: los hombres han aprendido a distanciarse de las políticas de igualdad. La idea que se ha expandido como una verdadera epidemia entre la población masculina es que “con la igualdad, las mujeres ganan y nosotros perdemos”. Los hombres ven la igualdad como un asunto de mujeres y algo ajeno de lo que, en todo caso, habrán de defenderse más temprano que tarde. Es este escenario, la idea de que “los hombres somos víctimas del desmesurado avance de las mujeres” está cobrando una fuerza inesperada. Lo que se está consiguiendo es la articulación de un tejido social compuesto por hombres que se consideran víctimas de estas políticas. Nada más desalentador si el objetivo es promover cambios estructurales y reales con rapidez y eficacia.
Es necesario reconvertir el mensaje que llega a la ciudadanía. Se hace acuciante, por ejemplo, que los hombres sientan como propio al Ministerio de Igualdad, que lo identifiquen como un organismo que también trabaja para su bienestar y desarrollo. Esto es extensible a otros muchos recursos de la administración pública. Desde AHIGEllevamos años empeñados en difundir las ganancias que la igualdad también trae a los hombres: hemos de hacer atractiva la igualdad a los hombres.
En España, desde el año 2005, existe una plataforma formada por numerosas asociaciones y personas a título individual, que reivindica la igualación de los permisos de paternidad y maternidad. Su nombre es PPIINA
AHIGE está implicada muy activamente en la PPIINA . Tras años de trabajo, en las últimas semanas y meses, laPPIINA está obteniendo avances significativos que se plasman, además de en una mayor consistencia de sus redes y planteamientos, en un rápido cambio en las posturas de los partidos políticos y la propia administración pública. Paralelamente, se están conformando redes internacionales que apoyan esta emblemática reivindicación promovida conjuntamente por el movimiento feminista y el movimiento de hombres igualitarios. Es el contundente ejemplo de que es posible y necesario un trabajo conjunto y la plasmación de que el objetivo común es la construcción de una sociedad plenamente igualitaria.
Hablamos de una verdadera corresponsabilidad superadora de las políticas de conciliación. Promovemos un cambio en el paradigma cultural, profundamente machista, que fagocita el desarrollo de nuestra sociedad. Con la igualación de los permisos en el ámbito laboral, se rompería la discriminación que sufren las mujeres, tanto a la hora de la contratación (al empresariado le daría igual contratar a la futura madre o al futuro padre pues ambos tendrán los mismos permisos en caso de nacimiento o adopción) como las desventajas en el desarrollo de su carrera profesional (las ausencias para el cuidado de hijos e hijas ya no tendrían el perfil marcadamente femenino que tienen ahora).
Se acerca el gran debate sobre la igualdad. Tras años de avances, muy significativos pero no suficientemente definitivos, empezamos a tener capacidad de realizar cambios estructurales que remuevan el estatus quo establecido por la cultura machista. De ello están tomando conciencia los sectores más reacios a la igualdad.
Tomémosla también quienes estamos destinadas y destinados a defender la libertad, la justicia, el rechazo a la violencia y la verdadera igualdad de oportunidades.