Han pasado 15 años desde que la PPIINA se constituyó como plataforma feminista de reivindicación única: un sistema de permisos por nacimiento (de maternidad/paternidad) que se traduzca en que los hombres se queden al cargo de sus bebés en solitario el mismo tiempo que las mujeres. A ese sistema le llamamos permisos igualitarios.

Hoy nuestra demanda tiene el consenso de las organizaciones feministas; las encuestas muestran el acuerdo de la mayoría de la ciudadanía; y el Congreso de los Diputados se pronunció a favor por unanimidad. Como consecuencia, el 1 de enero de 2021 se completó la ampliación del permiso de los padres (y de las madres no biológicas) a 16 semanas.

Nuestro país no ha sido el único ni el primero en superar el sistema tradicional de permisos nominalmente mucho más largos para las madres y casi inexistentes para los padres. Muchos otros, antes que el nuestro, teóricamente reconocieron el objetivo de su equiparación. Pero, en todas las reformas anteriores, se introdujeron trampas en la letra pequeña con el resultado de impedir el avance: las mujeres se siguen tomando un permiso cada vez más largo, mientras los hombres siguen sin ausentarse completamente de sus empleos más allá de algunas semanas.

Gracias a nuestras advertencias, hemos evitado que en la reforma en España se hayan colado las principales de esas viejas trampas: permisos transferibles, permisos mal pagados, permisos a tomar en varios años, etc. La sociedad se hizo consciente de sus efectos y no estaba dispuesta a tolerarlas. Así que nuestro país es el primero que ha llegado a tener, en lo esencial y nominalmente, permisos iguales, intransferibles y pagados al 100%.

No hubiésemos llegado a este nivel de conciencia y presión social sin las numerosísimas personas y entidades que han colaborado con la PPIINA, desde socias de la plataforma, militantes feministas y activistas sociales hasta periodistas, diseñadoras, investigadoras, políticas, etc. A todas, ¡muchísimas gracias!

Pero, como también veníamos advirtiendo que podría pasar, en esta reforma se han introducido nuevas trampas con el mismo resultado que las viejas: que las empresas en general no tengan que prescindir de los hombres por un periodo sustancial, como sí prescinden de las mujeres; que los padres no puedan realizar su parte alícuota de cuidados en casa; que las criaturas no puedan ser cuidadas por tiempo suficiente por sus progenitores antes de incorporarse a la escuela infantil; y que, en consecuencia, sean las madres las que deban suplir todas estas carencias, a costa de sus empleos.

Ahora el Gobierno nos dice que ya tenemos permisos igualitarios, e incluso se plantea pasar a otra fase: aumentar su duración. Y esta, precisamente, puede ser la próxima trampa. Sucede que con la reforma actual, y debido a las trampas que denunciamos, para la mayoría de los bebés el periodo cubierto no excede del anterior. Pero si se amplían los permisos manteniendo el diseño actual, sólo se conseguirá que se queden más tiempo las mujeres como cuidadoras principales, y no los hombres; es decir más desigualdad aún.

Por eso, en la PPIINA siempre nos hemos opuesto a cualquier ampliación antes de que los permisos sean igualitarios, lo que dista mucho de haberse conseguido. Seguimos diciendo: ¡eliminen las trampas de esta reforma y así, cuando los hombres cuiden corresponsablemente, el periodo total de cuidado del bebé por sus progenitores será mucho más largo! Y seguimos advirtiendo: con las reformas pseudo-igualitarias de otros países, la mayoría de las madres se toman casi un año seguido a partir del nacimiento, mientras que la mayoría de los padres no se ausentan completa e ininterrumpidamente de sus empleos durante el primer año más allá de algunas semanas. ¡No permitamos que nuestro país avance por ese camino!

En resumen, el peligro ahora es que se dé cerrojazo a la reforma manteniendo las trampas actuales o, aún peor, que se amplíen los permisos ampliando así las trampas. Solamente si la PPIINA sigue siendo fuerte podremos impedirlo. Porque, mientras exista la PPIINA y hasta que se eliminen las trampas, ahí estaremos denunciando la hipocresía del Gobierno cada vez que haga declaraciones a favor de la igualdad y de la corresponsabilidad.

Ahí estaremos también para seguir exigiendo a la Seguridad Social los datos de uso que muestren el alcance de lo que estamos ya viendo: la mayoría de los padres no se toman estos permisos para cuidar de sus criaturas en solitario. Y ahí estaremos para explicar que este comportamiento desigual es la consecuencia directa de las trampas en la ley, como habíamos pronosticado.

Se avecinan tiempos en los que, como también ha pasado en otros países tras reformas pseudo-igualitarias, se tratará de desviar el debate hacia la responsabilidad individual, comparando a quienes se “portan bien” y a quienes se “portan mal”, a las empresas permisivas y a las no permisivas; a los trabajadores que consiguen el acuerdo de la empresa y a los que no, etc. Ahí estaremos para recordar que no es una cuestión individual, sino que es la ley la que tiene que garantizar a todas las personas trabajadoras el derecho a poder cuidar de sus bebés corresponsablemente. Porque, con esta reforma, habrá hombres que puedan, si obtienen el beneplácito de la empresa, quedarse al cargo de su bebé en solitario durante 10 semanas seguidas a tiempo completo: pero solo 10 semanas y solo una exigua minoría de hombres; y esa minoría servirá de coartada para esconder que la mayoría no puede hacerlo porque la ley está trucada con ese fin.

También hay quien critica la reforma, no por lo que tiene de fallida para la igualdad sino al contrario, porque piensan que hubiera sido mejor aumentar el permiso de la madre y no el del padre. Estos debates, que algunas personas presentan como si fueran novedosos, los tuvimos y los superamos en el seno del movimiento feminista hace mucho tiempo. Son voces ya muy minoritarias pero con cierto eco entre la opinión pública debido a la amplificación suministrada por algunos medios de comunicación que, en aras de una malentendida imparcialidad, dan cancha a esos mensajes caducos estableciendo una supuesta simetría entre la igualdad y la desigualdad. Ahí tiene que estar igualmente la PPIINA para desmontar esas maniobras antifeministas.

La tarea es inmensa y exige la contribución de todas las feministas. La PPIINA solo es una plataforma para la convergencia de todas las organizaciones y personas que no nos resignamos a que las trampas en la regulación de los permisos sigan siendo un  mecanismo de dominación patriarcal. Igual que no habríamos llegado hasta aquí sin la PPIINA, hoy es, si cabe, más necesaria que nunca, porque sin nosotras se ocultaría el fiasco de esta reforma. ¡No consintamos que se cambie algo para que todo siga igual!

Hoy más que nunca, ¡la PPIINA somos todas y nos necesita a todas!

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